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Al salir del casting de ‘Operación Triunfo’, una chica muy joven que no había sido seleccionada hablaba con su madre por teléfono: «Me ha gustado mucho, me lo he pasado muy bien. Solo es cantar, eso es todo. Ojalá me hayan grabado para que lo oigas, lo he hecho muy bien». No se notaba decepción en su voz (a pesar del madrugón), que se veía entremezclada con los gorgoritos, los ejercicios de afinación y las canciones a voz en grito del resto de una cola de aspirantes que esperaban hasta cuatro y cinco horas al sol de Madrid para tener la oportunidad de cantarle entre diez segundos y dos minutos a Noemí Galera o cualquiera de los otros tres jueces, que elegirían quién pasaba a la segunda ronda.
Es una oportunidad entre miles («Tienes más posibilidades de ganar la lotería», me comentaba otro eliminado), pero eso no evita que casi 3000 personas se apostaran en Casa de Campo esperando su momento de triunfar. Todo por un sueño convertido, de manera casi inevitable, en frustración, en llamada de teléfono a tu madre, en convencerte de que, después de pinchar el globo de tus expectativas y tus sueños más vívidos, «solo era cantar».
Con los exámenes de Selectividad y el curso universitario terminado, presentarse a ‘Operación Triunfo’ es un inicio del verano como cualquier otro. Hay gente con tantas ganas de conseguir ser una estrella, de hecho, que llegó a las doce de la noche del día anterior para ser los primeros al abrirse las puertas a las diez de la mañana. En la cola, la mayoría tienen bien aprendido el discurso de todo casting: «Esto lo hago por la experiencia»; «Es algo nuevo»; «No me importa no ser seleccionado»; «Realmente ya sé que no voy a ganar»; «Tengo otras cosas en mi vida que le dan el mismo sentido»… Mentiras autoconscientes para tratar de mitigar la decepción posterior, claro. Al fin y al cabo, nadie hace una cola de cuatro horas un jueves de junio por la mañana por vivir una experiencia de quince segundos.
Porque la mayoría de los castings no duran más que eso. Galera y su equipo son implacables y no suelen intercambiar más de cuatro palabras con los concursantes: «Hola», «Puedes empezar» y «Muchas gracias». Siendo honesto, tras haber visto cómo es este casting en directo, aprecio mucho más a aquellos que se atreven a hacerlo. Después de la cola al sol hay que esperar en otra cola más pequeña dentro de una nave industrial y tratar de afinar, con las miradas del juez, la cámara, el público viéndolo online, los periodistas, un dron (sí, un dron) y el equipo al completo puestas en ti. ¡Ah! Y hacerlo mientras otras tres personas cantan a tu izquierda y derecha, tratando de impresionar a su examinador.
El resultado es un extraño pastiche de ‘Potra Salvaje’, ‘Creep’, ‘La flaca’ y una canción de ‘Mulán’, todas juntas, al mismo tiempo, interpretadas por gente con talento (o, en más ocasiones de lo habitual, poca autoconsciencia). Si tienen suerte, pueden entonar una segunda, o una tercera, hasta tener exactamente lo que están buscando para pasar de ronda o marcharse con el rabo entre las piernas. Si lo consiguen, la sonrisa les acompaña hasta ir a otra habitación donde pueden ensayar. Si no, la cara de frustración les acompañará varios días. Lo de «vivir la experiencia» está muy bien hasta que te paran a mitad de un ‘Física o química’ al que has añadido toda clase de gorgoritos y variaciones bucales, solo para darte las gracias y dejar que te vayas a tu casa.
Hablé con un grupo de eliminados a la salida, y uno de ellos dio en el clavo: «La mayor parte de la gente viene solo por el TikTok que les van a hacer». Hoy por hoy es cierto, y no tiene nada de malo: al fin y al cabo, ‘OT’ es solo una de las muchas maneras de triunfar hoy en día, y ni siquiera te asegura nada, ¿por qué no intentar tener un éxito viral posterior? Al fin y al cabo, por cada Amaia hay doscientos Edu Izaña. ¿Os acordáis de Edu Izaña? Pues por algo será. También es verdad que el mismo chaval me afirmó poco después que «‘Operación Triunfo’ ya se ha vuelto muy comercial». No le quise romper el corazón diciendo que lleva siendo comercial desde el minuto uno, en octubre de 2001. En ese sentido no ha cambiado absolutamente nada: artistas de usar y tirar entremezclados con unos cuantos que tienen madera de estrellas que solo a veces saben sacar oro.
En el casting de Madrid -el último de una gira que les ha llevado por nueve ciudades en mayo y junio-, uno podía ver de todo entrando por la puerta, desde gente con esterillas hasta sillas de ruedas, mochilas de viaje y lágrimas. Los sollozos y las carcajadas acompañan incluso desde la entrada a la cola para conseguir el número de participante, en un trayecto perlado de canciones en grupo, confesiones, nuevas amistades e incluso gente negándose a ser grabada por una cámara (probablemente sin saber el programa al que se presentaban). Con esos sueños que todos tenemos a los veinte años, poco preparados para ser chafados. Como afirma Galera, «Cariño, necesitamos 16 personas. Llevamos 8000 ó 9000 presentados. En ese bloque de gente hay quien canta bien, quien canta mal, quien canta muy mal, quien canta muy bien y no tuvo un buen día… ¡Tenemos que decir que no a muchísima gente!«.
Y, por supuesto, durante la espera, los candidatos son conscientes de que todo suma, y no solo la voz: por ejemplo, un chico de Huelva con una guitarra en la mano -con intenciones de cantar ‘María la Portuguesa’- me contaba que no la llevaba para mostrar su valía al instrumento: «No se puede, ¡pero para que vean que por lo menos toco!». Otro me afirmaba que su estrategia era «ser agradable, ser uno mismo y mostrar tu personalidad… Aunque no te da tiempo, porque es llegar y ponerte a cantar. Mostrar tu personalidad cantando, supongo que es la idea«. En diez segundos cantando ‘Pero a tu lado’, de Los Secretos es difícil mostrar quien eres antes del frío «Muchas gracias» que te envía al Metro, pero por intentarlo que no quede.
Cerca de ellos había caras conocidas, tanto de otros realities cantarines como ‘La voz’, como de ‘La isla de las tentaciones’ (Andreu, de la quinta edición) tratando de sobrevivir y seguir en la pomada audiovisual de alguna manera. Por suerte, el equipo no se dejó llevar por el morbo fácil y el circo de coger a alguien como él para arañar audiencia. Ventajas de estar en streaming y no depender totalmente de la audiencia para seguir adelante. La propia Noemí Galera, al menos, era perfectamente consciente de lo que se le venía encima: «Algunos vienen a hacer el cafre. Yo creo que hoy vamos a ver bastantes de esos porque se han acabado las clases, y entonces dirá ‘¡Pues vamos, a ver si salimos en el Youtube!'».
En las dos horas que estuve allí, debo decir que no vi ninguna cafrada (aunque sí escuché canciones de lo más extrañas fuera de las 100 pre-elegidas por Prime Video). Es más, la gente parecía dispuesto a darlo todo. Personas que incluso venía de otras ciudades o de los castings de otros años: uno de ellos recordaba cómo, en la segunda fase de 2023, Noemí se levantó, él paró de cantar, y no era para darle una pegatina… Sino para aliviarse un tirón que le acababa de dar. «¡Tengo aquí el vídeo si quieres verlo!», le decía a la directora en mitad del casting ante las risas del resto de su cola. Antes de conseguir su pegatina correspondiente este año -más que merecida, por cierto-, Galera hizo la pantomima de que le acababa de dar un tirón una vez más. Porque, ante todo, esto es un show. Y, como show, es fantástico. Como creador infalible de nuevas estrellas, es otro cantar.
Salir del casting de ‘OT’ y volver al mundo real es como salir de una burbuja de espectaculares vozarrones que no han sido apreciadas del todo, amistades creadas en la cola («Es lo mejor de todo», me llegaron a confesar varios eliminados), un par de alegrías y muchísimas decepciones. «Tienen que valorar más al intérprete, tú te lo preparas, te lo trabajas y ves que no están conectando contigo», comentaban al salir, frustrados. Porque sí, «vivir la experiencia» es algo que solo se esgrime hasta que, después de estar en pie desde las 5 de la mañana, un desconocido te escucha diez segundos y te informa que no pasas de ronda. Lógicamente.
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Pasamos un día en el casting de ‘Operación Triunfo’ entre gorgoritos, nervios y angustia adolescente: «Se ha vuelto muy comercial»
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por
Randy Meeks
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Escrito por Redacción Optima
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