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Si nos mencionan a los lemmings pensaremos inmediatamente en el legendario videojuego de acción y puzles de Psygnosis de 1991. Las mecánicas de ese juego, en el que la manada de criaturas nos obedecía ciegamente, incluso optando por el sacrificio, tienen un origen concreto: un documental de Disney. Pero… ¿y si todo lo que contaba fuera no solo falso, sino orquestado por el propio equipo de filmación para obtener unas imágenes de los lemmings suicidándose?
Qué es un lemming (de verdad). Un lemming es un pequeño roedor que suele vivir en zonas cercanas al Ártico o en biomas de tundra. Son similares a ratones de campo y a ratas almizcleras. Miden entre 13 y 18 cm de longitud, tienen cola muy corta, hocico rechoncho y peludo, patas cortas y orejas pequeñas. Con una garrita en las patas delanteras escarban en la nieve. Son herbívoros y viven en grandes sistemas de túneles. Y no, en contra de lo que se cuenta, no tienen una actitud dócil y un comportamiento de rebaño: aunque se mueven en grupo por las altísimas explosiones demográficas que experimentan, son agresivos incluso con los depredadores.
Qué se creía que era un lemming. Esa explosión demográfica (que en realidad obedece a mera supervivencia: los ciclos de reproducción son cortos y las hembras muy fértiles para compensar el ataque de depredadores y la escasez de alimentos en determinadas épocas) es precisamente en lo que se inspiraba el documental de 1958 ‘Infierno blanco’. Producida por Disney, esta producción hablaba de cómo, debido a la multitud de crías que tienen y a que no hay recursos suficientes para mantenerlas, los lemmings se sacrifican por el bien de la población y se lanzan por acantilados, suicidándose en masa. La película incluso ofrecía imágenes del momento.
El origen del mito. Mucho antes del rodaje de ‘Infierno blanco’, la rumorología en torno a los lemmings era abundante: en el siglo XVI, el geógrafo bávaro Jacob Ziegler defendía que estos roedores caían del cielo cuando había tormenta y morían cuando la hierba crecía en primavera. Esta tronada afirmación se basaba en el folclore local: siendo fauna del Ártico, las poblaciones autóctonas de inuits o yupiks tenían sus leyendas en torno a los lemmings, similares a las del geógrafo. Poco a poco, la ciencia fue desmintiendo este origen casi celestial de los roedores, aunque durante siglos se creyó que las manadas viajaban transportadas por el viento.
En la cultura pop. La ciencia ficción y la fantasía fue la que posiblemente agarró esta idea de los lemmings que se desplazaban por vía aérea y lo transmutó en bichos que se suicidan arrojándose al vacío. Desde los años cincuentra encontramos a lemmings precipitadores en obras como el relato ‘La marcha de los imbéciles’ de Cyril M. Kornbluth, de 1951, donde se compara a los lemmings con viajeros espaciales que marchan a Venus a morir en un suicidio colectivo. Una leyenda de los cómics Disney, Cark Banks, dibujó en una aventura de los patos a lemmings saltando por acantilados noruegos. Y nada menos que Arthur C. Clarke, en su relato ‘Los poseídos’ explica con un caso de posesión grupal alienígena el comportamiento de los roedores.
Qué pasó realmente en el documental. El director de ‘Infierno blanco’, James Algar, tenía intención de grabar un sacrificio auténtico de los lemmings, pero éste no tenía pinta de llegar. Así que al director de foto se le ocurrió reclutar a un grupo de niños locales para que cazaran lemmings, a 25 céntimos la pieza. Una vez tuvieron suficientes, los despeñaron. Una resolución cruel (nada extraña en los documentales sobre animales de la época), pero que hoy resulta algo incómoda de ver: ‘Infierno blanco’ pasó a acompañar otras películas de Disney a las que el tiempo no ha tratado muy bien, y fue retirada de Disney+ junto a casos clásicos como la racista ‘Canción del sur’.
En la cultura pop. Y así se fundó el mito, que nos brindó un videojuego extraordinario y una errónea creencia en la cultura popular que persiste hasta hoy, como demostró la mismísima Begoña Villacís, que en 2017 firmaba en El Confidencial un artículo titulado ‘Cataluña, un ejercito de lemmings‘. Aunque pocas historias tan divertidas en torno a los simpáticos roedores como un artículo de ‘Popular Science Monthly’ que, en 1877, afirmó que los lemmings suicidas lo que quieren es lanzarse al Atlántico para sumergirse en busca del continente perdido de Lemuria. Malditos roedores.
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Llevamos 50 años pensando que los lemmings son roedores que se suicidan en masa. La culpa de todo la tiene Disney
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John Tones
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Escrito por Redacción Optima
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