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La última polémica en el internet español viene de la mano de Lola Lolita y el creador de contenido Nil Ojeda. Un documental acerca del día a día de la popular influencer ha desatado la polémica por el comportamiento de su protagonista. Y, sobre todo, pone sobre la mesa cómo ha cambiado nuestra relación con las celebrities de internet: de gente que podrían ser nuestros amigos y cuyo principal valor era la cercanía, a una exhibición de poder económico que los aleja enormemente de la mayoría de su público.
¿Qué ha pasado? El vídeo corresponde a la serie 21 días entre millonarios, en los que Ojeda pasa jornadas completas con distintas personas de alto status económico, normalmente muy jóvenes. En menos de 24 horas, el episodio dedicado a la influencer Lola Lolita ha desatado unas reacciones negativas que no se han dado en los de otros de los protagonistas de la serie. Algunos de sus comentarios han sido considerados clasistas o altivos, recibiendo especial atención un conflicto generado por la compra de bolsos de lujo.
Como parte de un “favor personal” que pide Lola en el episodio, solicita que le compren un bolso Saddle de Dior valorado en unos 4.000 euros. Sin embargo, Nil decide repartir el presupuesto y propone comprar dos bolsos de Louis Vuitton (de unos 2.000 euros cada uno), para Lola y una de sus acompañantes, Leto, lo que provoca el enfado de Lola. Finalmente, Lola elige el bolso OnTheGo East West de Louis Vuitton, de 2.800 euros.
Reacción en contra. Las críticas la acusan de maltrato no solo al resto de las personas que conforman el grupo sino también a los trabajadores de los comercios de lujo a los que acuden. Se trata de un comportamiento que algunos creadores de contenido especializados en este tipo de material no han visto como especialmente sorprendente, si se conoce la personalidad y la trayectoria de Lola Lolita, que ha protagonizado numerosas polémicas: ha trivializado el cáncer de mama, su relación con las marcas y con distintas campañas ha sido problemática y, en general, ha llevado una vida, como la de tantos otros influencers, «ajena» a la normalidad y a los problemas del día a día de la mayoría de sus seguidores.
El origen de la influencia. Si para algo sirve el caso de Lola Lolita es para poder contrastarlo con los primeros influencers, que en una versión muy primitiva comenzaron a aparecer en blogs y Youtube en torno al cambio de la década de los 10. Nombres hoy semi-olvidados como Chusita Fashion Fever, Inesmellaman o Muzska89 fueron los pioneros del estrellato youtuber, cuya principal característica era su naturalidad ante la cámara o abordar problemas cotidianos. La democratización digital permitió que, muy poco después, gente como ElRubius, Vegetta777 o Loulogio se convirtió en referentes. Cualquiera podía serlo.
Llega Instagram. El siguiente paso en la evolución se dio en 2012, cuando Instagram llegó a España y apareció gente como María Pombo y Marta Pombo, ya más cerca de lo que entendemos hoy como influencer y, desde luego, mucho más en la línea de Lola Lolita. A menudo vinculadas al mundo de la moda, sus temas recurrentes pasaron a ser los viajes y el estilo de vida con exhibición de lujo, a menudo con patrocinios y publicidad pagada. TikTok y nombres punteros en el formato, como Marta Díaz, terminaron de consagrar el vídeo breve como el formato preferido del público. No tardó en llegar la profesionalización, y con ella, nuevas generaciones de creadores tan dispares como Georgina Rodríguez o Ibai Llanos.
A la élite. Muchas de los mencionadas (María Pombo, Georgina), más otras como Dulceida, Gala González, Marta Lozano o Alexandra Pereira han construido imperios con millones de seguidores y contratos millonarios. A menudo su contenido va a la par de un estilo de vida ajeno por completo a la normalidad: viajes exclusivos, moda carísima, marcas inalcanzables, lujo y consumo exclusivo. Se convierten así en embudos aspiracionales muy diferentes de los primeros influencers, pero que también tienen un lado negativo: su carencia ocasional, a medio camino entre el personaje y el comportamiento genuino, de cualquier tipo de empatía o contacto con la realidad cotidiana.
La burbuja. La vida de los influencers millonarios suele transcurrir en una burbuja de privilegios, viajes exclusivos y colaboraciones con marcas de lujo. La socióloga Silvia Muelas cuenta que «la supervivencia mediática de estos personajes depende muchas veces de su capacidad para generar polémica o mostrar excesos, lo que lleva a una exposición de conductas autodestructivas o desconectadas de la realidad».
Pero no se trata solo del aislamiento, sino de que la fama o el dinero les convierten en personas poco empáticas: la fuga de influencers a Andorra, encabezados por ElRubius, para no pagar impuestos; las peripecias de TheGregf como casero; la fase de Willyrex como adalid de los NFT… La llegada de dinero parece haber despegado a muchos de ellos de la normalidad y les ha llevado a situaciones fuera de control que está dando a luz a una generación de influencers tan despegados de la normalidad como Lola Lolita.
Cabecera | Nil Ojeda
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La noticia
La polémica de Lola Lolita y el bolso de 4.000 euros revela otra cosa: los influencers han dejado de tener vidas normales
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Xataka
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John Tones
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Escrito por Redacción Optima
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