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Hay una especial fascinación por las montañas rusas y sus loops. En muchos casos, suelen ser las experiencias más emocionantes dentro de cualquier parque de atracciones, y una solo apta para los más valientes. Por muy intensas que sean, siempre está la tranquilidad de que alguien se ha esforzado porque sean seguras.
No importa cuántos giros tenga o lo rápido que vaya, hay una norma que ha acompañado históricamente a este tipo de atracciones, que es la de que los giros de 360 grados nunca son en realidad 360 grados. En la mayoría de los casos, la forma se parece más de hecho a la de una lágrima invertida que a la de un círculo perfecto.
La física tiene la respuesta. Al montarse en una atracción de tipo lanzamiento como una montaña rusa, el cuerpo experimenta fuerza G. Si subes la intensidad puedes llegar a tener una experiencia exilarante, como el Furius Baco y su acelerón que somete al cuerpo a 3,7 Gs (aproximadamente la mitad que experimenta un piloto de Formula 1), pero solo puedes hacerlo hasta cierto límite antes de poner el cuerpo en peligro. Se dice que el límite está en las 9 G.
La forma del giro es un factor crucial aquí. Si lanzar al cuerpo a esa velocidad ya es algo de por sí innatural, hacerlo además con un giro perfecto es un cóctel peligroso. El pasajero cambiaría de dirección muy rápido, pasando de ir totalmente recto y con inercia a ser lanzado hacia arriba, y causando un aumento brusco en la fuerza G. Pasaría además más tiempo del prudencial boca abajo, llegando a causar sensación de ingravidez prolongada antes de volver a pegar un acelerón de nuevo hacia abajo.
Esto no es solo teórico, y los pobres primeros pasajeros de montañas rusas con loops ya lo sufrieron. Claro ejemplo de esto fue Flip Flap Railway, inaugurada en 1895 en el parque de atracciones de Coney Island y que lucía un flamante loop de círculo perfecto. En un análisis realizado por físicos, dieron con que atracciones como esta vieja Flip Flap sometían al cuerpo hasta a unos apabullantes 14 Gs en apenas unos segundos, luego cambiaban a 6 G cuando al ponerse boca abajo, y volvían a los 14 para terminar de dar el giro. No es de extrañar que en su día el resultado fuesen multitud de lesiones y desmayos, y una reputación terrible que acabó con la atracción a los pocos años.
La solución entonces es suavizarlo. Y eso se consigue preparando mejor al cuerpo empezando a girar antes y acabando después. Eso da con la característica forma de lágrima invertida, con la cual el cuerpo está sometido a la ingravidez menos tiempo, y pasa más tiempo bien subiendo o bajando el loop. Es un avance que se consiguió además gracias a la normalización del acero en forma de tubo redondo, que empezó a usar Disneyland a principios de los sesenta y permitió hacer formas mucho más flexibles en las atracciones.
Imágenes: Loozrboy, Virginia Johnson
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La noticia
Hay una norma irrompible en las montañas rusas. Nunca pueden hacer círculos perfectos y la ciencia explica la razón
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Espinof
por
Miguel Solo
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