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En 2003 una empresa quiso revolucionar el mercado de los DVD con una idea de bombero: discos que caducaban

todayagosto 13, 2025

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En 2003 una empresa quiso revolucionar el mercado de los DVD con una idea de bombero: discos que caducaban

Hubo una época en la que el mercado físico era para la industria audiovisual tan importante como hoy es el streaming. Se hacían películas específicamente pensadas para ver en casa, los alquileres eran el pan de cada día para muchos cinéfilos y las empresas no paraban de querer reinventar la rueda todo el rato con nuevos formatos.

Uno de los movimientos más marcianos que hubo en este sentido data de 2003 y tenía un nombre: Flexplay. Desarrollado por Flexplay Technologies y a menudo apodado como EZ-D, tenían entre manos una nueva forma de ver películas en casa. Un tipo de DVD que funcionaba en cualquier reproductor tradicional, pero que al contrario que el resto, una vez abierto solo era funcional durante 48 horas.

La cosa tiene más sentido cuando pensamos que esto venía a ser una alternativa al alquiler tradicional. Los anuncios de la época incidían muy fuerte en lo farragoso que era tener que hacer el camino de vuelta a la tienda para devolverlo (ni que la gente aprovechara el camino para alquilar otra cosa). La idea aquí era sortear los periodos tradicionales de alquiler. Al adquirir uno de estos EZ-D se tenía aproximadamente un año para abrirlo, y una vez abierto, dos días para «verlo sin límites» como orgullosamente anunciaban.

La clave estaba en un compuesto químico. Cada disco estaba sellado, y al abrirlo y reaccionar al oxígeno este empezaba su cuenta atrás invisible. El disco cambiaba de color con la degradación, y aunque si bien los más expertos podían hacerlos funcionar de nuevo, la realidad es que a la mayor parte del público ni siquiera le importó descubrir cómo. En 2011 cesó el formato después de fracasar comercialmente, a pesar de haber llegado a tener el apoyo de compañías como Disney.

Fueron dos cosas las que hicieron que fracasara por completo. Una era la perspectiva medioambiental. Por mucho que insistieran a nivel de marketing en su lema «Abrir-Ver-Reciclar», la idea de construir discos específicamente para ser desechados no parecía la mejor. Lo otro era el precio. Estos discos llegaban a costar de cinco a siete dólares, que es lo mismo o más que costaba alquilar un DVD normal. Como suele ocurrir con productos fallidos, no solucionaba nada para nadie. Para los que les gustaba alquilar el precio no era competitivo, y para los amantes del mercado físico no tenía ningún sentido comprar algo que no fuera permanente.

Portada: Phil Hearing

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Miguel Solo

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Escrito por Redacción Optima

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