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El ano es una de esas partes del cuerpo que rara vez se mencionan en conversaciones casuales, pero juega un papel vital en nuestra anatomía. Tener un sistema digestivo con dos aberturas. boca para la entrada y ano para la salida, es una característica de los animales complejos que permite una digestión continua y eficiente. Sin embargo, ¿cómo y cuándo apareció evolutivamente este orificio excretor? Durante mucho tiempo, el origen del ano ha sido un rompecabezas evolutivo. Una hipótesis reciente y sorprendente propone que el ano pudo haber evolucionado a partir de un orificio originalmente usado para liberar esperma, aprovechando una abertura preexistente con un nuevo propósito.
En los animales más primitivos, el sistema digestivo era básicamente un saco con una sola abertura. Es decir, tenían boca pero carecían de ano. Medusas, anémonas y otros cnidarios son ejemplos actuales de este diseño simple: poseen un único orificio que funciona tanto para ingerir alimento como para expulsar los desechos.
Esto significa que no pueden comer y excretar a la vez: deben digerir completamente y vaciar su cavidad gastrovascular antes de consumir más comida. Lo mismo ocurre con muchos gusanos planos; su aparato digestivo es un tubo ciego que solo se abre por la boca, de modo que los residuos salen por donde entró la comida.
Las medusas representan animales primitivos con un sistema digestivo muy simple: cuentan con una sola abertura en forma de boca, por la cual ingieren sus alimentos y también expulsan los desechos. Esta falta de un ano obliga a la medusa a digerir por completo y vaciar su cavidad antes de poder alimentarse nuevamente.
Organismos de este tipo ilustran la condición ancestral: un único «multi-orificio» que hacía las veces de boca y ano. Con el tiempo, la evolución produjo un intestino completo, es decir, un tubo digestivo con boca en un extremo y ano en el otro.
Este avance permitió procesar el alimento de forma mucho más eficiente: mientras entra comida nueva por la boca, los restos de la digestión anterior pueden salir simultáneamente por el ano. En términos evolutivos, disponer de un flujo unidireccional de alimentación a excreción abrió la puerta a organismos de mayor tamaño y complejidad, al hacer posible una nutrición continua y un mejor aprovechamiento energético.
De hecho, se ha propuesto que la aparición de esta “digestión de doble extremo” fue un punto de partida crucial para el diseño corporal de la mayoría de los animales actuales. Tener una salida separada (el ano) para los desechos permitió que los animales crecieran más y colonizaran nuevos nichos, sentando las bases para la diversidad de formas de vida que vemos hoy.
Durante décadas, los científicos han debatido cómo surgió el ano en nuestros ancestros lejanos. Una idea clásica sugería que, en algún momento, aquella única abertura ancestral (la boca) se dividió en dos orificios, formando por un lado la boca y por otro el ano.
Sin embargo, evidencias genéticas halladas en 2008 desafiaron esa noción: se descubrió que los genes que controlan el desarrollo de la boca son distintos a los que controlan la formación del extremo posterior del intestino, lo que sugiere que el ano tuvo un origen evolutivo independiente y no simplemente por “partición” de la boca.
En otras palabras, la boca y el ano parecen ser innovaciones separadas en la historia evolutiva, cada una con su propio programa genético de desarrollo. Esta pista llevó a los investigadores a buscar otras explicaciones.
Una nueva hipótesis, planteada recientemente por un equipo de biólogos liderado por Andreas Hejnol (Universidad de Bergen, Noruega), propone un origen mucho más creativo: el ano habría surgido reutilizando un orificio reproductivo masculino que ya existía en ciertos animales primitivos.
En concreto, apuntan a una estructura llamada gonoporo masculino, que es básicamente la abertura por la cual algunos animales liberan el esperma. La idea es que este agujero, originalmente parte del sistema reproductor, terminó conectándose con el intestino para servir también como vía de expulsión de las heces.
Con el tiempo, esa conexión habría dado lugar al ano moderno tal y como lo conocemos. El principio subyacente a esta hipótesis es un concepto común en evolución llamado exaptación: la reutilización de una estructura existente para una función diferente..
En palabras de Hejnol, «una vez que tienes un agujero, puedes usarlo para otras cosas». Así, un orificio que inicialmente servía para una tarea (en este caso, la reproducción) pudo ser “reciclado” evolutivamente para mejorar la digestión.Esto no significa que la naturaleza planificara tal cambio, sino que mutaciones afortunadas conectaron dos sistemas corporales (reproductor y digestivo) que antes estaban separados, creando una nueva solución beneficiosa: un conducto de salida separado para los residuos.
La idea de que el ano evolucionó a partir de un orificio genital masculino puede sonar descabellada al principio, pero encaja en un patrón conocido de la evolución: la innovación mediante reutilización. Al igual que aletas que se convierten en patas, o mandíbulas que derivan de branquias, un simple orificio reproductivo pudo haber sido aprovechado para mejorar la alimentación y la supervivencia.
Contar con un ano separado de la boca supuso un antes y un después en la historia de la vida, permitiendo a los animales digerir de manera continua, crecer más y diversificarse. Irónicamente, nuestro propio origen como criaturas complejas podría estar ligado a la modificación de un “conducto de esperma” ancestral.
Aún quedan preguntas fascinantes por responder. ¿Ocurrió esta transición una sola vez en un ancestro común, o varias veces en linajes distintos? ¿Existen especies actuales que conserven etapas intermedias de este proceso? Los científicos continúan investigando para desentrañar estos misterios.
Lo que está claro es que incluso un orificio humilde y poco glamuroso como el ano tiene una historia evolutiva rica en innovaciones, y entender su origen nos ayuda a apreciar la asombrosa creatividad de la naturaleza para resolver problemas de la vida.
Cada vez que estudiamos estos detalles, recordamos que la evolución a menudo recicla y convierte “viejas herramientas” en nuevas soluciones, escribiendo historias sorprendentes a lo largo del camino.
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La noticia
El sorprendente origen del ano: de conducto de esperma a orificio de desecho
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Joaquín Vico Plaza
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Escrito por Redacción Optima
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